En estos días de tanto follón y ajetreo, se me ha dado por pensar en mi situación un poco al margen de todas estas fiestas laborales y otras grandes movilizaciones del año. La Navidad ha pasado de ser algo mágico, exasperante, para convertirse en algo que sucede de manera paralela a mis propios ritmos de trabajo y diversión. Como una especie de música de fondo que ni molesta ni prácticamente oyes.
No sé si esto les pasará a otros trabajadores autónomos o si me estoy alejando definitivamente del “mercado” (añádanse las connotaciones oportunas ;-) pero el caso es que rumiando en todas las nuevas cosas que trae el nuevo año, he decidido no quejarme tanto y disfrutar más de todos los pequeños contratiempos de la vida. ¿A pesar de las estrecheces, un traductor puede llevar una vida epicúrea?:
Creo que sí.
Podemos trabajar sólo en lo que sea de nuestro agrado y suponga un reto o una necesidad básica (comida, casa).
Como tenemos horarios más flexibles, tenemos más tiempo para seleccionar y rodearnos de gente que nos ayude a exprimir vivencias y desenterrar pequeños tesoros que sólo otra persona es capaz de mostrarnos (el espejo de los demás).
Y luego tenemos todo este tiempo muerto que antes pasábamos en el metro o esperando en andenes, en aeropuertos (hubo una época en la que estaba siempre esperando en algún sitio para marchar a algún otro) y que ahora podemos dedicar a diseccionar, hurgar, explorar, reflexionar, tocar...
Lo único que falta en esta hermosa estampa griega es un pequeño huerto donde cultivar nuestras propias cebollas y una cabaña grande para recibir a los nuevos peregrinos ;)
¡Este va a ser un gran año!
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