Leyendo un interesante artículo sobre la traducción de humor, he caído en la cuenta de lo difícil que puede llegar a ser hacer una buena traducción de este tipo, sobre todo de idiomas que pertenezcan a culturas muy distintas. Para empezar, uno de los ingredientes esenciales para la traducción de chistes y bromas es el sentido del humor en el traductor, ya que una persona sin sentido del humor, difícilmente podrá hacernos reír ni con un chiste propio ni con una adaptación de uno a otro idioma. Pero por otro lado, para que un chiste resulte divertido, también debe adaptarse correctamente al idioma, y al contexto y la mentalidad de sus hablantes.
Al traducir una broma que deba gran parte de su contenido humorístico a la fonética, debemos ser capaces de anticiparnos a la reacción que produzca en los lectores u oyentes del texto traducido, ya que no sólo se trata de la casi imposible tarea de mantener el juego fonético, sino que también debemos tener en cuenta si el chiste puede resultar vulgar o si de verdad será aceptado convenientemente. Si la broma hace alusión a aspectos muy típicos de una comunidad, o a palabras polisémicas en la lengua de origen, que no lo son en la lengua meta, la traducción será imposible, ya que fuera de contexto perdería su sentido, y deberíamos sustituirla por otra completamente distinta, pero que pueda insertarse en su lugar. También hay que tener cuidado, con los aspectos de la vida que son graciosos en algunos países y/o culturas, pero que pueden interpretarse como de mal gusto en otras, y en consecuencia la broma perdería la gracia. Por ejemplo en el caso de las religiones ligadas a culturas totalmente diferentes, en occidente es común hacer bromas en las que se nombra a Dios, mientras que cualquier tipo de chiste relacionado con este tema sería una grave ofensa en países islámicos, y por supuesto, sería de muy mal gusto traducirlo al idioma de alguno de esos países.
Este caso puede parecer muy obvio, pero está la orden del día, cualquier texto humorístico puede contener varias expresiones humorísticas que no sería conveniente traducir a algunas lenguas, y si no se traducen de forma correcta, pueden ser la causa de que el texto no sea aceptado en la cultura receptora, y en el caso contrario, el no traducirlas, su omisión o modificación, supondrían faltar al original, y no estaríamos siendo fieles al original y al autor.
Muchos lingüistas han desarrollado clasificaciones de los diferentes tipos de bromas, han propuesto sugerencias a la hora de traducirlas, y han establecido normas básicas que pueden ser de gran ayuda. Pero a la hora de la verdad, de sentarnos a traducir bromas, lo que puede sernos de más ayuda, es estudiar diferentes traducciones previas, ver en la práctica como se han resuelto casos similares al nuestro, y leer, ver, y escuchar las manifestaciones humorísticas de ambas culturas e idiomas. Mientras más las conozcamos, con más soltura seremos capaces de determinar la reacción que tendrán los lectores del texto traducido, que debería ser similar a la de los lectores del texto original. Y en consecuencia tomaremos la decisión más acertada, y trataremos de ser lo más fieles posibles al sentido del humor del autor.
Yaiza Rojas
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