lunes, 21 de marzo de 2011

La senda del traductor novel (2): Pros y contras de ser autónomo


En mi anterior entrada reflexioné sobre las dos preguntas que cualquiera que quiera dedicarse a la traducción debería plantearse antes de dar ese gran paso: por un lado, meditar si realmente quiere ser traductor y lidiar con todo lo que ello conlleva y, por otro lado, una vez aclarada la cuestión anterior, decidir si prefiere buscar un trabajo en plantilla o lanzarse directamente a la aventura de ser autónomo. Hoy os traigo la segunda parte de esa reflexión: ¿qué ventajas e inconvenientes tiene trabajar como traductor autónomo?
Las ventajas seguramente las tenemos claras desde el principio: no tener jefe, no tener un horario fijo, no tener que aguantar a compañeros insoportables, no tener que salir de casa para trabajar, poder hacer lo que nos dé la gana cuando nos dé la gana… Sin embargo, aunque pueda parecerlo, esto no es jauja, y cada una de esas ventajas tiene un pero que, a priori, puede no estar tan claro como el pro. Veámoslos.
  • No tener jefe. Efectivamente, no tenemos a nadie que nos diga lo que debemos hacer o a quien le tengamos que rendir cuentas. Nosotros somos nuestros propios jefes, y eso parece (y es) un alivio. Sin embargo, hay que tener clara una cosa: si no tenemos a nadie que nos diga qué hacer, somos nosotros mismos quienes tenemos que obligarnos a hacer las cosas, lo cual exige una tremenda disciplina. Debemos imponernos un horario de trabajo, planificar bien las tareas, gestionar bien el tiempo. Si caemos fácilmente en la tentación de quedar con los amigos, echarnos una partidita a la PlayStation o engancharnos al programa de cotilleos que en ese momento estén poniendo en la tele, vamos por mal camino. Además, aunque no tengamos que rendirle cuentas a un jefe, sí tendremos que rendirles cuentas a nuestros clientes si metemos la pata en un trabajo o lo entregamos con retraso.
  • No tener horarios. Cierto es que cada uno puede establecer su horario de trabajo conforme a sus preferencias, sus circunstancias personales y su rendimiento (hay personas que trabajan mejor de noche que de día, por ejemplo). Pero no es menos cierto que, cuando tienes un plazo de entrega que cumplir, hay poco margen para ajustar el horario de trabajo según nuestros deseos. Además, conviene que nuestra jornada laboral coincida con la de nuestros clientes (obviamente, los que se encuentran en nuestra misma zona horaria) por si tenemos que comunicarnos con ellos o ellos quieren ponerse en contacto con nosotros, lo cual nos obliga por lo general a establecer un horario de oficina. En cualquier caso, por motivos prácticos y para preservar nuestra salud física y mental, es recomendable imponerse un horario de trabajo fijo y regular y cumplirlo a rajatabla siempre que se pueda, con el fin de evitar las jornadas laborales interminables, el trabajo en fin de semana y todas esas incomodidades que a nadie le gustan.
  • No tener compañeros de trabajo. Esta es un arma de doble filo: no tenemos que aguantar a compañeros insoportables, pero tampoco tenemos a nadie con quien hablar y relacionarnos directamente, cara a cara. A quien le guste la soledad no le importará, pero puede hacerse muy cuesta arriba para los traductores más sociables. Además, que no tengamos que lidiar con compañeros pesados no significa que no tengamos que lidiar con clientes pesados, que los hay.
  • No tener que salir de casa para trabajar. La mayoría de los traductores autónomos trabajamos desde/en casa, lo cual es muy cómodo porque tu puesto de trabajo está a solo unos pasos de la cama y, por tanto, no hace falta levantarse dos horas antes de empezar a trabajar ni chuparse una hora de atasco todos los días para ir y volver del trabajo, como tampoco vestirse, afeitarse, peinarse adecuadamente y esas cosas que conviene hacer antes de presentarse ante el mundo exterior. Sin embargo, el hecho de que nuestra oficina esté dentro de casa (a veces, incluso, no tenemos ni siquiera un espacio de trabajo claramente diferenciado del resto de nuestro hogar), también hace difícil separar la vida laboral de la personal y es muy fácil caer en la tentación de estar las 24 horas del día pendiente del trabajo, del ordenador, del correo electrónico, de las tareas profesionales pendientes, etc. A este respecto os recomiendo leer el artículo de Verónica García «Trabajar en casa puede ser una odisea».
  • Inseguridad/incertidumbre. Este punto es fundamental: si no eres capaz de soportar la idea de no saber cuándo te saldrá trabajo ni la inseguridad de no tener un salario fijo a fin de mes, estás perdido. Si no sabes convivir con esa incertidumbre, estás condenado a vivir angustiado mientras seas freelance (puede sonar duro, pero es así). No obstante, esto tiene su parte positiva: un trabajador asalariado no cobra más aunque se deslome, pero un autónomo siempre puede facturar más que el mes anterior si trabaja más o mejor. Si las cosas van bien, un traductor freelance suele ganar bastante más dinero que un traductor en plantilla.
  • Variabilidad/irregularidad del trabajo («feast or famine»). Hay épocas en las que nos sobra el trabajo y apenas damos abasto para atender las demandas de todos los clientes y otras en las que parece que nadie se acuerda de nosotros. Hay que saber convivir con esa irregularidad del flujo de trabajo y aprender a compensar las etapas de sequía con las etapas de bonanza (y esto incluye ahorrar y crear un fondo de reserva que nos permita afrontar nuestros gastos cuando el trabajo escasea). Además, las rachas de poco trabajo pueden aprovecharse para hacer todo aquello que no podemos hacer cuando estamos hasta arriba de encargos: buscar nuevos clientes, mejorar nuestra formación, relajarse, etc.
  • El autónomo corre con todos los gastos de su actividad profesional, incluida la cotización a la Seguridad Social. A cambio, puede desgravarse los gastos profesionales.
  • Las vacaciones y los días libres no están remunerados. Un día sin trabajar supone un día sin cobrar y el riesgo de perder encargos o incluso clientes, pero a cambio tenemos total flexibilidad para irnos de vacaciones cuando y cuanto queramos (en cuyo caso es conveniente informar con tiempo a nuestros clientes habituales).
Así es la vida del traductor autónomo. Como cualquier otro trabajo, tiene sus ventajas e inconvenientes, pero os aseguro que, si sabéis afrontar y capear los contras, la libertad que se obtiene es muy gratificante y adictiva. Yo creo que una vez que has probado las mieles (y las hieles) de ser autónomo, es muy difícil desengancharse.

Isabel García Cutillas



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