Una entrevista con el escritor y traductor colombiano Nicolás Suescún (Bogotá, 1937), realizada por Jeannette Insignares, presidente de la Asociación Colombiana de Traductores e Intérpretes (ACTI) y publicada en Mutatis Mutandis (Vol. 3, Nº2, correspondiente a 2010), revista semestral colombiana dedicada a la traducción y a la traductología.
La poesía no se pierde en la traducción,
es precisamente lo que queda en la traducción
El poeta, cuentista, traductor, editor y periodista bogotano Nicolás Suescún fue galardonado con el Premio Vida y Obra 2010 de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, reconocimiento que destaca, cada dos años, a un artista que haya realizado un aporte fundamental a la cultura de la ciudad. El Premio Vida y obra se entrega por segunda vez en Bogotá. El primer ganador fue el dramaturgo e historiador Carlos José Reyes, en 2008. Nacido en 1937, Nicolás Suescún estudió humanidades, historia y literatura en la Universidad de Columbia (EE. UU.) y en la Escuela de Altos Estudios de París. Desde los años 60, su aporte al desarrollo cultural de la ciudad ha sido enorme: en esa década fue librero de la mejor librería de la época, la Librería Buchholz. Su obra literaria abarca libros de cuentos como El retorno a casa (1971), El último escalón (1974), y El extraño y otros cuentos (1980). También escribió la “antinovela” Los cuadernos de N (1994) y los libros de poesía La vida es (1986), La voz de nadie (2000) y Este realmente no es el momento (2009). Ha sido traductor del inglés y del francés de obras literarias de escritores claves como Rimbaud, de quién trasladó al español la mayor parte de su obra; y de Flaubert, de quién tradujo su gran novela Madame Bovary. A su vez, Suescún ha traducido al inglés poetas colombianos como Raúl Gómez Jattin, Mario Rivero, María Mercedes Carranza, Piedad Bonnett, Porfirio Barba Jacob, Fernando Charry Lara, y Jota Mario Arbeláez. En otros géneros, como el periodismo, tradujo el conocido Los periodistas literarios, de Norman Sims, entre otros. Como periodista, fue jefe de redacción de la revista Cromos, en donde ha dejado huella, también, con sus artículos sobre política y sobre la actividad cultural internacional. Dirigió la revista Eco y ha sido colaborador de El Tiempo y El Espectador.
–¿Usted como se identifica, como poeta, traductor, cuentista?
–Cuentista, poeta y traductor.
–¿Pero en su vida diaria qué trabaja más?
–En la traducción, porque con los cuentos y la poesía no se gana mucho dinero.
–¿Para qué editoriales trabaja?
–He trabajado para varias, pero en el último año y medio no he tenido libros para traducir. Trabajé cerca de treinta años traduciendo un libro tras otro de literatura, de historia e incluso de administración y ciencias sociales. Por ejemplo he traducido a Madame Bovary, En poesía he traducido casi toda la obra de Rimbaud, y centenares de poemas al español y al inglés.
–¿Qué lo llevó a traducir a Madame Bovary teniendo en cuenta que ya había sido traducido al español?
–Había tres o cuatro traducciones, pues es una de las grandes novelas de la literatura universal, y éstas son traducidas generación tras generación, y a veces, con el auge de la edición, simultáneamente en varios países.
–¿Por qué lo quiso traducir?
–No busqué traducirlo, pero fue un placer enorme hacerlo porque era uno de mis libros favoritos. Flaubert, que era perfeccionista hasta un grado extremo, duró seis años escribiéndola.
–Pensé que sentía que había algún vacio o que le faltaba algo…
–No, uno no puede escoger la traducción, realmente. Acá en Colombia no se puede. En Estados Unidos y en Europa los editores pueden proponerle libros a traductores muy conocidos, quienes no siempre tienen que esperar que las editoriales se las encarguen. Este no es el caso en Colombia donde la industria editorial es tan pobre. El caso de Madame Bovary, fue excepcional: Norma estaba publicando una colección de novelas clásicas. Pero en general uno como traductor no puede escoger. Sin embargo, yo escogí traducir a Rimbaud, para El Áncora Editores, que estaba empezando a publicar una colección de traducciones de poetas. Felipe Escobar, el editor, me propuso traducir a algún poeta para la colección y yo de inmediato le dije que quería traducir Temporada en el infierno, la obra más famosa del gran poeta francés. Como le fue tan bien a ese libro entonces traduje luego Iluminaciones y después el Barco Ebrio que es un poema de cien versos y que publiqué luego con un prólogo y notas. También traduje para El Áncora Editores una selección de la Poesía Escogida del gran poeta irlandés William B.Yeats.
–¿Se siente entonces muy a gusto traduciendo poesía?
–Sí, la traducción de poesía para un poeta es algo que se acerca mucho a la creación, es una recreación, en cierto modo un acto de suplantación del poeta, lo cual no quiere decir, en mi caso al menos, que se trate de una versión libre, todo lo contrario: el traductor debe ceñirse al significado. Yo he traducido mucha poesía al español y también al inglés, idioma al que sólo he traducido poesía, aunque podría traducir otro tipo de textos, de historia por ejemplo. Pero no tuve nunca la oportunidad. En cambio, he traducido selecciones de unos sesenta poetas colombianos de ocho nueve o diez poemas, publicados en forma bilingüe en la página holandesa, Poetry Interrnational por encargo de Fernando Rendón, el director del Festival de Poesía de Medellín.
Yo puedo traducir al inglés porque mis padres eran pobres y una tía, Lucrecia de Meek, me pagó toda la educación. Empecé el bachillerato en el Instituto del Carmen, pero cuando llegué a tercero perdí el año. Mi tía, me mandó entonces a una escuela militar en Estado Unidos; yo no sabía nada de inglés pero allí viví cinco años y medio; estuve tres años y medio en la escuela militar y dos años en Culumbia University. Con este tiempo el inglés se volvió casi un idioma materno y desde entonces leí más en inglés que en español, incluso a muchos autores de otras lenguas, porque al inglés se traduce mucho más que al español, y con algunas excepciones me parecen mejor. Entre otras cosas, yo fui el mejor en inglés en el colegio durante esos tres años y medio, no porque fuera yo muy inteligente o inquieto sino porque los muchachos que van a esas escuelas no son los más brillantes, y fue así como terminé siendo el mejor en inglés. Es un idioma muy bello, muy rico, mucho más vivo que el español… Shakespeare por ejemplo usó unas treinta y seis mil palabras: inventaba palabras que no se volvieron a usar nunca y muchas que quedaron en la lengua. Cervantes, su contemporáneo, usó dieciséis mil, es decir, Shakespeare usó veinte mil palabras más porque el inglés tiene la raíz principal que es el anglosajón y este es un idioma germánico del norte de Europa y los franceses conquistaron Inglaterra y la gobernaron durante dos siglos, y fue así como todas las palabras del francés entraron a formar parte del vocabulario de los ingleses. Para entonces, ya se había formado el inglés con base en el anglosajón, así como los españoles habían formado el español con el latín. La diferencia entre estas lenguas reside entonces en que el inglés tiene todo el vocabulario francés, prácticamente las mismas palabras de origen latino del español. Pero el inglés también tiene una característica que ya es algo cultural, y no del mismo idioma, sino el hecho de que han adoptado muchísimas palabras de todos los idiomas del mundo y, de acuerdo a la frecuencia del uso las incluyen en los diccionarios. El inglés es pues un idioma muy flexible que enriquece constantemente su vocabulario ya sea adoptando palabras o dándole un nuevo uso a las ya existentes, y además tiene una gramática muy sencilla que le ha permitido absorber toda clase de palabras. Ya Shakespeare usaba muchas palabras del francés y a lo largo de los siglos los escritores fueron enriqueciendo el idioma porque han gozado de una libertad imposible en el español o el francés, limitados por la academia, mientras que los pueblos de habla inglesa, que están regados por el mundo, basan su vocabulario en el uso. Por otro lado las personas incultas en los países de habla inglesa sólo usan no más de mil o mil doscientas palabras, todas de origen anglosajón, pero se valen de la flexibilidad del idioma, que permite, por ejemplo, todas las combinaciones del verbo to go y las preposiciones. Prácticamente se pueden combinar todos los verbos, y los sustantivos y adjetivos adquieren nuevas acepciones.
–Cómo nos ven a los traductores colombianos en el exterior especialmente a los traductores literarios?
–Pues traductores literarios no hay muchos en Colombia. Acá se publican pocas traducciones puesto que la industria editorial es tan pequeña, y los editores no tienen la posibilidad de comprar los derechos de traducción como sí lo hacen España y, en menor escala, Argentina.
–Hablando de derechos de autor, ¿cómo le ha ido a usted con ello?
–Uno generalmente no tiene derechos por traducción. Excepcionalmente, yo tuve derechos por las traducciones de El Áncora, que me ofreció pagarme la traducción o los derechos. Yo preferí los derechos porque era muy poco lo que pagaban por la traducción, y me fue muy bien porque por ejemplo Temporada en el Infierno, por el título tal vez, se vendió muy bien y hubo varias ediciones y durante años me pagaron derechos, no mucho por tratarse de ediciones pequeñas, claro está, pero bastante más de lo que me hubieran pagado en un contado.
–¿Cuándo empezó a hacer traducciones y qué personajes participaban en esa labor?
–Hace ya tanto que ya no recuerdo. Las empecé a hacer por gusto y luego como una forma de ganarme la vida, bastante difícil por cierto aquí en Colombia.
–¿Cómo llegó a la traducción?
–Como le dije, por que aprendí bien el inglés y porque el francés me gustó mucho y lo aprendí desde la escuela militar donde había un profesor rumano francés muy bueno. Lo perfeccioné luego en la universidad y luego durante dos años que viví en París.
–¿Cuál traducción le ha parecido más difícil y por qué?
–Ha habido poetas para traducir al inglés que me han parecido difíciles por ejemplo Barba Jacob… muchos poetas formales que no escribían poesía como se escribe ahora en verso libre. Por ejemplo Madame Bovary fue difícil porque aunque el francés es más fácil que el inglés es un libro que se puede decir perfecto. Flaubert, un burgués que no tenía que trabajar y vivía de la renta era muy cuidadoso con su estilo, no repetía palabras y siempre buscaba palabras distintas para expresar la misma cosa, entonces eso fue difícil. Mallarmé es difícil de traducir porque quería comprimir lo máximo de su significado.
–Pero digamos ¿qué le cuesta más traducir, al español, al inglés, es igual de difícil o de todas maneras hay una preferencia al español por ser el idioma materno?
–Yo no sé… es que el inglés… yo domino el inglés pero no lo hablo y me parece que el inglés tiene más recursos que el español y todo el mundo se queda sorprendido porque yo les digo que sólo puedo traducir poesía, porque la poesía es el género más difícil para traducir, pero lo que pasa con las novelas es que usan mucho el lenguaje hablado que es mucho más difícil. Tal vez yo podría traducir ciertas novelas clásicas (no Dickens, por ejemplo, que usa muchas palabras del argot de la época), pero no las novelas o cuentos del siglo XX que tienen diálogos, lo que hace mucho más difícil la traducción puesto que el argot cambia con el tiempo. Muchas palabras que se usaban hace pocos años ya no se usan hoy. Pero como ya te dije, de todos modos, en Colombia no se da, o es rara la oportunidad de traducir cuentos o novelas.
–¿Qué piensa de la situación actual de la traducción literaria en Colombia?
–Que es muy difícil ser traductor literario. Yo soy uno de los que más tiene experiencia y como le dije al comienzo, no me han dado traducciones desde hace un año y medio; hace tiempo durante tres décadas traduje seguido. Entre las traducciones que he hecho, fuera de varios libros de historia de autores franceses, está ese libro fantástico que se llama El río de Wade Davis, un antropólogo canadiense de la Universidad de Harvard, que viajó a Colombia y escribió este libro interesantísimo. Me han felicitado mucho más por esta traducción que por mis propios libros; fue bastante difícil por la cantidad de términos geográficos y antropológicos.
–Veo que tiene una foto de Jattin ¿tradujo poemas de él?
Traduje treinta y tres poemas para un edición de su obra completa.
–Me imagino que alguien difícil de traducir fue León de Greiff.
Traduje como diez poemas de él y fue muy difícil, me costó mucho trabajo por la riqueza del vocabulario; usaba muchas palabras arcaicas y neologismos. Pero este desafío que implica la traducción es lo que la hace fascinante. Alguien decía que “la poesía es lo que no está en la traducción”, yo digo lo contrario: “la poesía es lo queda en la traducción”, a veces, sin embargo, como en el caso de León de Greiff, es una pálida sombra del original porque de todos modos se pierde la “música”.
3 comentarios:
Nicolás Suescún me ha producido una belleza de traducción de Hölderlin.
Jeannette L. Clariond
Vaso Roto Ediciones
México
Me gustaría saber si puedo entrar en contacto con el traductor.
Estimada Jeanette, tendría que ponerse en contacto con el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires (véase enlace al final del artículo)
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